Kasapya
Primeros años de Kassapa
Esta figura, a quien los comentarios Pali describen como "el discípulo que era el homólogo del Buddha", fue quien asumió la presidencia del Primer Concilio del Sangha después del fallecimiento del Bienaventurado.
Hubo muchos factores que contribuyeron al ascenso de Mahākassapa a la presidencia de la Sangha. Compartía con el Buddha siete de las “treinta y dos marcas de un gran hombre" y había sido ensalzado por el maestro por su comprensión de la enseñanza y sus logros meditativos. Era el único bhikkhu con quien el Buddha había intercambiado sus hábitos, un honor muy especial. Mahākassapa había desarrollado plenamente "las diez cualidades que inspiran confianza"1. También era modelo de una vida disciplinada y austera, entregada a la meditación. Por estas mismas razones, mucho más tarde en China y Japón, este formidable anciano llegó a ser considerado como el primer patriarca del budismo Ch'an o Zen.
Mahākassapa era de descendencia brahmin. Nació pocos años antes del nacimiento de Buddha en el país de Magadha, en el pueblo de Mahātittha, como hijo del brahmin Kapila y de Sumanadevi. El recién nacido recibió por nombre Pipphalī, quien creció rodeado de riquezas y de toda clase de lujos, pero a pesar de esto, ya desde su juventud sentía un gran anhelo por abandonar la vida mundana y, por lo tanto, no deseaba casarse. Sus padres, empero, no cesaban de insistir en que contrajera matrimonio y, con el único fin de reconfortar a su madre, el joven consintió en casarse, con la condición de que fuera con una joven que se ajustara a la idea de perfección humana. Con este propósito, pidió a los orfebres que forjaran en oro la estatua de una hermosa doncella y, tras mostrársela a sus padres, les dijo: "Si podéis encontrar para mi una doncella como ésta, permaneceré en la vida del hogar". Así pues, la madre comisionó a ocho brahmines a que viajaran con la estatua por todas partes en busca de su semejanza humana. En el país de Madda encontraron a una joven de dieciséis años de nombre Bhaddā Kapilani y cuya belleza igualaba a la de la imagen. Los padres de la joven aceptaron la proposición de matrimonio, pero Bhaddā Kapilani tampoco tenía intención de casarse y, al igual que Pipphalī, deseaba vivir una vida religiosa y abandonar su hogar para convertirse en una asceta. La aspiración de ambos seres no se debía al azar, sino que brotaba de una fuerte conexión kammica que ambos habían forjado en vidas previas. Al madurar en la vida presente, esta conexión iba a unirles en matrimonio en su juventud y llevarles a una separación definitiva más adelante, una separación que iba a ser de nuevo resuelta por una unión a un nivel todavía más elevado, cuando ambos consumaran sus esfuerzos espirituales ganando el fruto supremo de la santidad bajo el Iluminado.
Pipphalī, afligido al ver que su complot había sido frustrado, hizo un último intento para librarse del matrimonio enviando una carta a Bhaddā donde le instaba a que se casara con otro hombre ya que estaba decidido a convertirse en asceta. Ella, que era de la misma idea, le envió una carta similar. Pero los padres de ambos, sospechando que se produciría un intercambio de esa índole, interceptaron ambas cartas y las cambiaron por otras de bienvenida.
Así pues, Bhaddā fue conducida hasta Magadha y la joven pareja se casó. No obstante, siguiendo su anhelo ascético, ambos estuvieron de acuerdo de vivir en celibato. Para dar expresión a su determinación, cada noche, antes de acostarse, colocarían una guirnalda de flores entre los dos, acordando que: "Si las flores se marchitan por un lado, hemos de comprender que la persona en cuyo lado se marchitan habría generado un pensamiento de lujuria".
Cuando fallecieron los padres de Pipphalī ambos sintieron la espuela que les encaminó hacia la renuncia. Un día, mientras Pipphalī inspeccionaba los campos, vio muchos pájaros que atrapaban los gusanos en los surcos. Esta visión, tan común para un agricultor, ahora le aterrorizaba. Luego preguntó a unos de sus peones: "¿quién tendrá que cargar con las consecuencias de una acción tan maligna?". "Usted mismo, señor", fue la respuesta.2
Estremecido ante la visión de la retribución como producto del kamma producido, Pipphalī pensó: "Si tengo que cargar con toda la culpa de este asesinato, ¿de qué me sirve tanta riqueza? Emprenderé la vida ascética".
Aproximadamente al mismo tiempo, Bhaddā tuvo una experiencia similar al ver muchos pájaros que se comían a los insectos que habían sido atraídos por las semillas de sésamo que sus sirvientes habían esparcido por tierra para que se secaran al sol.
Cuando ambos comprendieron que compartían el mismo anhelo, se convirtieron en ascetas errantes y generaron la siguiente aspiración: "¡Dedicamos nuestra renuncia a los Arahants del mundo!". Seguidamente, la pareja de ascetas dejó todo atrás y emprendieron su camino.
Kassapa caminaba delante y Bhaddā le seguía detrás. Entonces Kassapa pensó lo siguiente: "Bhaddā me sigue muy de cerca y es una mujer de gran hermosura, algunas personas podrían pensar fácilmente: Aunque sean ascetas ¡no son todavía capaces de vivir el uno sin el otro! ¡Lo que están haciendo es impropio! Si ellos estropean sus mentes con tales pensamientos falsos o incluso extienden rumores malignos, se harán mucho daño. Será mejor que nos separemos". Cuando llegaron a un cruce de caminos, Kassapa se detuvo y le contó lo que había estado pensando. Ella respondió: "Es cierto, separémonos entonces".
Entonces ella circunvaló humildemente tres veces alrededor de Kassapa, saludó sus pies y, con las manos juntas, dijo: "Nuestros estrechos lazos de compañerismo y amistad que perduraron por un tiempo insondable llegan hoy a su fin. Por favor, toma el camino de la derecha, que yo iré por el otro". Dicho esto, los dos ascetas se separaron y siguieron cada uno su rumbo en busca del elevado logro del estado de Arahant, la liberación final del sufrimiento.
Antecedentes samsáricos
La primera vez que Mahākassapa y Bhaddā Kapilani generaron sendas aspiraciones al gran discipulado fue en tiempos del Buddha Padumuttara, el decimoquinto Buddha de la antigüedad, que apareció en la tierra hace cien mil eones. En esa época, el futuro Kassapa era un rico terrateniente y devoto laico llamado Vedeha y Bhaddā su mujer.
En una oportunidad Vedeha, impresionado por el anciano Mahānisabha, el tercer discípulo prominente del Buddha y el más destacado en las prácticas ascéticas, declaró su aspiración al Buddha Padumuttara de convertirse en el primer discípulo entre los practicantes del ascetismo bajo un Buddha futuro. Padumuttara miró hacia el futuro y vio que la aspiración del laico quedaría satisfecha. El Buddha, entonces, ofreció a Vedeha la siguiente predicción: "En el futuro, dentro de cien mil eones, aparecerá en el mundo un Buddha llamado Gotama, bajo su guía serás el tercer discípulo principal y te llamarás Mahākassapa". Bhaddā, por su parte, inspirada por la bhikkhuni que había sido declarada por el Buddha como la primera entre las que recuerdan sus vidas previas, formó su aspiración de alcanzar esa misma posición bajo un Buddha futuro. El Buddha certificó también que la voluntad de Bhaddā quedaría satisfecha. Luego de esto, y por el resto de sus días, la pareja observó los preceptos y llevó a cabo numerosas acciones meritorias. Después de su muerte ambos renacieron en el paraíso.
Cómo llegó Kassapa hasta el Buddha
A dónde fue Kassapa después de que llegaran al cruce de caminos? Cuando los dos ascetas se separaron, la Tierra tembló por la fuerza de su acto de renuncia; el Buddha percibió ese estremecimiento de la Tierra y conocía su significado: un discípulo excepcional venía hacia él. Sin informar a ninguno de los bhikkhus, el Buddha se puso en camino en solitario, recorriendo la distancia de cinco millas para encontrarse con su futuro alumno.
En el camino, el Maestro se sentó bajo un banano esperando la llegada de su futuro discípulo. Allí sentado manifestó toda la gloria sublime de un Buddha, convirtiendo en una masa de luz toda la espesura del bosque y manifestando en su cuerpo las treinta y dos marcas de un gran hombre. Cuando Kassapa llegó al lugar, pensó: "¡Este debe ser mi Maestro por cuyo beneficio he renunciado!". Se acercó al Buddha, cayó a sus pies y exclamó: "¡El Bienaventurado, Señor, es mi Maestro y yo soy su discípulo!". Seguidamente, el Buddha impartió a Kassapa las tres exhortaciones siguientes como primera introducción formal al Dhamma:
Debes adiestrarte de este modo, Kassapa: "Un agudo sentimiento de vergüenza y un temor al pecado han de estar presentes en mí, frente a los mayores, los de condición mediana y los novicios de la Orden".
"Cualquier enseñanza que escuche que conduzca a algo bueno, la escucharé con oído atento, examinándola, reflexionando sobre ella, absorbiéndola con todo mi corazón".
"La atención al cuerpo, unida a la alegría, no ha de ser rechazada por mi".
Así es como debes adiestrarte.
Después, maestro y discípulo caminaron hacia Rājagaha. En el trayecto, el Buddha quiso descansar y saliéndose del camino llegó hasta el pie de un árbol. Mahākassapa, entonces, plegó en cuatro su doble hábito y rogó al Maestro que se sentara sobre él "ya que esto será para mi beneficio por mucho tiempo". El Buddha se sentó sobre el hábito de Kassapa y dijo: "suave es tu hábito de tela a modo de retazos, Kassapa". Al oír esto Kassapa respondió: "¡Que el Bienaventurado, oh Señor, acepte este hábito hecho con retazos, movido por su compasión hacia mí!". "Pero Kassapa, ¿podrías vestir tú estos hábitos míos de cáñamo, tan gastados y harapientos?" Lleno de júbilo, Kassapa exclamó: "Sin duda, Señor, puedo vestir los hábitos toscos, gastados y harapientos del Bienaventurado". Este intercambio de hábitos confirió una gran distinción al Venerable Mahākassapa, un honor no compartido por ningún otro discípulo.
El hábito que el Buddha ofreció a Kassapa se lo había hecho el propio Buddha con un sudario que había encontrado en un crematorio y, cuando le preguntó a Kassapa si era capaz de portar ese hábito, estaba preguntándole implícitamente sí sería capaz de comprometerse totalmente con las prácticas austeras que el uso de tal hábito implicarían. A partir de ese momento, Kassapa se comprometió a llevar una vida de estricta austeridad. Más tarde, el Buddha declaró que Mahākassapa era el primero entre los bhikkhus que observaban las prácticas de austeridad (AN 1, cap. 14), satisfaciendo de este modo la aspiración original que había generado cien mil eones atrás.
Sólo siete días después de su ordenación y del intercambio de hábitos, Kassapa alcanzó el estado de Arahant, la liberación final de los engaños de la mente.
La relación entre Kassapa y el Buddha
La relación entre Kassapa y el Buddha era una relación interna muy profunda ya que ambos seres, según cuenta elJataka, estuvieron unidos en diecinueve existencias. Kassapa había sido no menos de seis veces el padre del Bodhisatta, dos veces su hermano y, a menudo, su amigo o maestro. Como no era pues su primer encuentro, podemos comprender por qué, en esta última vida, brotó desde el primer momento en el corazón de Kassapa una devoción tan fervorosa e inmediata y una dedicación tan entusiasta al Maestro.
Los registros muestran numerosas conversaciones que tuvieron lugar entre el Buddha y Kassapa. En una ocasión, Kassapa preguntó al Buddha: "¿Por qué antes había menos reglas pero eran más los bhikkhus que se establecían en el conocimiento del estado de Arahant, mientras que ahora hay más reglas, pero son menos los bhikkhus establecidos en el conocimiento del estado de Arahant?" Y el Buddha respondió:
Así ocurre Kassapa. Cuando se deterioran los seres y se desvanece el verdadero Dhamma hay más reglas y menos Arahant. No obstante, el verdadero Dhamma no desaparecerá hasta que surja en el mundo un Dhamma falso. Pues cuando un Dhamma falso surge en el mundo, el verdadero Dhamma desaparece.
Pero Kassapa, lo que hace que el verdadero Dhamma desaparezca no es un cataclismo provocado por los cuatro elementos -tierra, agua, fuego y aire-. Ni tampoco es la razón para su desaparición algo similar al hundimiento de un barco debido a una sobrecarga. Es, más bien, la presencia de cinco actitudes perjudiciales lo que provoca el oscurecimiento y la desaparición del verdadero Dhamma.
Son estas cinco: la falta de respeto y consideración hacia el Buddha, el Dhamma, el Sangha, el Vinaya y la práctica meditativa, por parte de los bhikkhus y las bhikkhunis, de los devotos y devotas laicos. Pero mientras haya respeto y consideración por estas cinco actitudes, el verdadero Dhamma permanecerá libre de oscurecimiento y no se perderá (SN 16:13).
Otros discursos relacionados con Mahākassapa tratan principalmente de su austero modo de vida. El anciano durante mucho tiempo había sido un morador de los bosques, había mendigado su alimento y vestido hábitos harapientos. Cuando el Buddha le preguntó, puesto que ya era muy mayor, por qué razón seguía viviendo de ese modo, Kassapa respondió: "Por dos razones: por mi propio morar complaciente, aquí y ahora, y por compasión hacia las futuras generaciones de bhikkhus, quienes, cuando oigan hablar de semejante vida, puedan pensar en emularla". Entonces el Buddha dijo: "¡Bien dicho, Kassapa, bien dicho!". Estás viviendo para la felicidad de muchos, movido por compasión hacia el mundo, para beneficio y bienestar de dioses y humanos. Puedes, pues, seguir vistiendo tus hábitos ásperos y harapientos, hacer tu ronda de mendicante y vivir en el bosque" (SN 16:5).
El Buddha mencionó también que Mahākassapa era un modelo en su relación con los laicos: Cuando Kassapa se mezcla entre la gente, su mente no está apegada, ni atrapada, ni trabada. Más bien se dice: "¡Deja que los que deseen ganancias adquieran ganancias! ¡Deja que los que quieran mérito, acumulen mérito!". Él se siente complacido y contento ante las ganancias de otros, del mismo modo que se siente complacido y contento con sus propias ganancias. Cuando predica la doctrina, lo hace debido a la excelencia de la Enseñanza y movido por su compasión y empatía, no para obtener gratitud y alabanza personales. Un bhikkhu como este es adecuado para mezclarse entre la gente. Debido a su profunda calma meditativa podía adaptarse imperturbablemente a todas las situaciones externas y vivir como un ser de escasos deseos, tanto a nivel material como social.
Después del Parinibbāna del Buddha
Para el momento del fallecimiento del Buddha, Mahākassapa se encontraba camino a Kusinara con una extensa compañía de bhikkhus. En el trayecto vio pasar a un asceta que llevaba en sus manos una flor del árbol del coral (mandara). Según se dice, dicha flor crece sólo en el mundo de los dioses. Mahākassapa supo al instante que algo inusual debía haber ocurrido para que esa flor se hallara en la tierra y preguntó al asceta si había oído algo acerca de su Maestro, el Buddha. El asceta respondió: "Gotama, el Iluminado, ha pasado al Nibbāna hace una semana. Esta flor del árbol del coral la cogí en el lugar de su fallecimiento.
Hasta entonces, no se había podido prender fuego a la pira funeraria del Buddha ya que, según explicó el Venerable Anuruddha, las deidades invisibles querían demorar los actos hasta que llegara el Venerable Mahākassapa. A su llegada, Mahākassapa dio reverentemente tres vueltas a la pira con las manos juntas y después, inclinando la cabeza, rindió homenaje ante los pies del Tathāgata. Cuando su grupo de bhikkhus hubo hecho lo mismo, la pira ardió en llamas por sí sola.
Luego de esto, y una vez repartidas las reliquias, Mahākassapa dirigió sus pensamientos hacia la necesidad de preservar la herencia espiritual del Maestro. Con el fin de evitar que la Enseñanza declinara rápidamente, propuso convocar un Concilio de ancianos para clasificar y preservar el Dhamma y el Vinaya para la posteridad.
Tras la celebración del Primer Concilio, el Venerable anciano, siendo el discípulo más respetado y de mayor edad en vida3, asumió la dirección de la Orden. Su posición, no obstante, no era la de un “refugio”, como lo había sido el Buddha, ni era tampoco la de un patriarca. Era simplemente la mayor autoridad y el bhikkhu más venerado por los miembros del Sangha. Sus elevadas cualidades y virtudes; sus hábitos austeros; su severidad consigo mismo; su aura natural de fuerza y autoridad; su espíritu independiente y su confianza en sí mismo; su amor por la soledad y por permanecer alejado de las masas; su dedicación a la práctica de la meditación y a la paz de los jhanas, más la sensibilidad ante la belleza de la naturaleza que le rodeaba, contribuyeron a su ascenso a la presidencia del Sangha recientemente huérfana.
Muerte de Mahākassapa
No hay informe alguno en la literatura Pali sobre el momento y las circunstancias de la muerte de Mahākassapa, pero una crónica sánscrita acerca de "los Maestros de la Ley", nos ofrece un curioso relato sobre el fin del gran anciano, de acuerdo con la Tradición Buddhista del Norte. Según este registro, una vez clausurado el Primer Concilio, Kassapa comprendió que su misión había concluido y decidió alcanzar el Nibbāna final. El Venerable anciano se dirigió hacia una cueva en la cima del Monte Kukkatapada en la ciudad de Rājagaha, se sentó con las piernas cruzadas y tomó la determinación de que su cuerpo permaneciera intacto hasta la venida del futuro Buddha Maitreya. Era a éste Buddha a quien Kassapa debería entregar el hábito del Buddha Gotama -el mismo hábito harapiento que el Bienaventurado le había ofrecido en su primer encuentro-. Acto seguido, Kassapa alcanzó el Nibbāna final. La tierra tembló, los Devas derramaron flores sobre su cuerpo y la montaña se cerró sobre él.
La tradición budista china localiza el Monte Kukkatapada en el sudoeste de ese país y, en su leyenda, se cuenta que algunos de los muchos monjes piadosos que fueron en peregrinaje a la montaña, consiguieron ver el cadáver de Kassapa sentado en la postura de meditación, en espera de la llegada del próximo Buddha.
(1) Según el Sutta Gopaka-Moggallāna (MN 108), hay diez cualidades en un monje que inspiran confianza (pasadaniya-dhamma): el monje es (1) virtuoso, (2) erudito, (3) satisfecho con sus requisitos, (4) puede obtener fácilmente los cuatros jhanas, posee (5) poderes psíquicos, (6) el oído divino, (7) la capacidad de penetrar las mentes de otros, (8) memoria de vidas previas, (9) el ojo divino y, (10) la destrucción de las corrupciones, el estado de Arahant.
(2) Debería señalarse que la respuesta de los jornaleros no es congruente con la comprensión buddhista del kamma. De acuerdo con el Buddha, el kamma es creado por la volición y, cuando la volición de matar está ausente, no puede producirse ni el kamma de matar ni responsabilidad moral alguna.
(3) Aunque los comentarios aseguran que Mahākassapa tenía 120 años en el momento del primer Concilio, esto es difícilmente plausible desde un punto de vista cronológico, pues implicaría que tenía 40 años más que el Buddha y, por consiguiente, que era ya un hombre de no menos de 75 años cuando se encontró con Él por primera vez.