La cuarta escena

Cuarta escena, la paz del renunciantecuarta

Siddhartha se encontraba bastante preocupado por preguntas fundamentales acerca de la vida y la muerte tras las últimas experiencias que había tenido. No obstante, decidió ir a dar otro paseo con su auriga y, en esta ocasión, vio a un hombre que tenía una apariencia diferente y poco común; llevaba unos hábitos amarillos y además tenía la cabeza afeitada.

Ese hombre caminaba de una manera tranquila por las calles del pueblo, tocando la puerta de cada casa por la que pasaba, solicitando comida para ponerla en su tazón de mendicante. A Siddhartha le llamó la atención su paso tan sereno y compuesto y esto lo llevo a preguntar a su cochero: "¿Qué le ocurre a este hombre que parece tan tranquilo, en paz consigo mismo y con el mundo?"

El auriga le respondió: "Es alguien que ha ido hacia ​adelante". "¿Cómo que hacia adelante?", insistió el joven príncipe. Su ayudante procedió a explicarle que era alguien que había dejado tras de sí la vida mundana y a su familia.

Era alguien que había desechado todo tipo de ataduras terrenales, todo tipo de responsabilidades domésticas y de obligaciones sociales y políticas.

 

Siddhartha decide dejarlo todo

Es posible encontrar, incluso en la India actual, personas como ésa, que llevan hábitos color azafrán. Se les llama sadhús, que significa simplemente "gente buena" y se considera que es muy meritorio ayudarlas dándoles comida.

La gente no sólo lo hace sino que los invita a pasar a su casa y los cuida. Este tipo de sistema sigue existiendo aun dos mil quinientos años después. Pues bien, ésa fue la escena que presenció Siddhartha y la que le inspiró a ir hacia delante. A esas alturas tenía bien claro cuáles eran las limitaciones últimas e inaceptables de la vida humana y le resultaba imposible ignorarlas o dejarlas a un lado para continuar con su vida como si nada hubiese cambiado.

No obstante, en términos generales podemos decir que es posible ignorarlas y, a pesar de ello, están allí todo el tiempo. Siddhartha lo sabía. Tras reflexionar por un largo rato decidió que no le quedaba más que convertirse en sadhú. Sentía que sus preguntas tenían que ser respondidas y que no podría descansar hasta que quedaran contestadas. Pronto comenzaría una etapa muy diferente en su vida.