Las tres lakṣaṇas —o marcas— de la existencia condicionada

Agua circulando

Duḥkha, o la insatisfacción

La traducción más común de la palabra sánscrita duḥkha es 'sufrimiento', pero una mejor (aunque un poco engorrosa) es 'insatisfactoriedad'.  Duh como prefijo significa cualquier cosa mala, enferma, equivocada, o fuera de lugar; y kha se supone que está relacionado con el sánscrito chakra, que significa 'rueda'.  Así que se dice que duḥkha significaba originalmente el desajuste de la rueda de un carro, lo cual sugiere algo discordante, lleno de baches, y un viaje en el que uno no puede nunca estar cómodo o tranquilo.

Esta es la idea general de Duḥkha. Sin embargo, malestar o sufrimiento surge en muchas formas diferentes, el Buda habla de siete. En primer lugar, dice que nacer es sufrimiento: es muy desagradable ser empujado fuera de la armonía de la matriz hacia un mundo frío y extraño. En segundo lugar la vejez es sufrimiento, ya que implica debilidad física, pérdida de memoria y flexibilidad intelectual, y dependencia de los demás. En tercer lugar, la enfermedad es sufrimiento. Ya se trate de un dolor de muelas o de una enfermedad incurable como el cáncer, la enfermedad no es agradable y además tan pronto nos curamos de una enfermedad como padecemos la siguiente.  En cuarto lugar, la muerte es sufrimiento.  Sufrimos cuando nuestros seres queridos mueren, y sufrimos sabiendo que vamos a morir. La muerte es una proyección terrible para muchos, que hacen todo lo posible para no pensar en ella. En quinto lugar, el contacto con lo que no nos gusta es sufrimiento.  Sólo tienes que vivir con personas, lugares, cosas y condiciones que no te gustan para verlo. En sexto lugar, la separación de lo que a uno le gusta es sufrimiento. Esto puede ser muy angustioso, sobre todo cuando toma la forma de duelo, la separación permanente de aquellos a quienes amamos. Algunas personas nunca superan este sufrimiento, y se amargan por esa pérdida durante el resto de sus vidas. Séptimo, no obtener lo que uno desea es sufrimiento. Algunas personas experimentan una vida de decepción, frustración y amargura si sienten que la vida les ha dado poco; esto es algo que todos experimentamos cotidianamente en pequeñas dosis.

La mayoría de la gente diría que estamos exagerando. Admiten que el nacimiento, la enfermedad, la vejez y la muerte son realmente dolorosas, que ciertamente hay una cantidad de sufrimiento en el mundo, pero que en general no está mal. ¿Por qué ser tan negativos? si además tenemos experiencias agradables, tanto como dolorosas. Pero la visión budista es que incluso las experiencias agradables son solamente sufrimiento oculto, encubierto, diferido, un silbido en la oscuridad. Y en la medida en que nos demos cuenta de esto dependerá nuestro nivel de madurez espiritual, porque a menos que seamos muy conscientes, en nosotros se esconde una gran cantidad de sufrimiento.

Edward Conze ha identificado cuatro aspectos del sufrimiento encubierto. En primer lugar, algo que le es agradable a uno mismo puede suponer sufrimiento para otros seres; y esto es algo que no solemos considerar. El ejemplo más común es el disfrute de la gente que come la carne de animales sacrificados. Emplean alegremente el cuchillo y el tenedor sin pensar en el sufrimiento de los animales. Pero al inconsciente no se le engaña tan fácilmente. Puede que nunca seas consciente de este hecho tan desagradable, pero ejercerá una influencia en tu estado de ánimo y tendrá mucho más poder por no ser tan obvio. De esta forma desarrollamos un sentimiento 'irracional' de culpabilidad, porque en lo más profundo de nosotros mismos sabemos que nuestro propio placer ha sido generado a expensas del sufrimiento de otros seres vivos. Esta culpabilidad es fuente de una gran inquietud y ansiedad.

El segundo tipo de sufrimiento encubierto de Conze es una experiencia agradable que está sazonada por la ansiedad, al tener miedo de perderla. La ilustración budista tradicional de esto es un halcón volando con un pedazo de carne en sus garras, sabiendo que docenas de otros halcones le perseguirán para tratar de arrebatarle el botín. Todo placer que implique cualquier elemento de poder o estatus, está contaminado por la ansiedad, por la sensación de que a otros les gustaría estar en tu lugar.

El tercer tipo de sufrimiento encubierto indicado por el Dr.Conze es algo que es agradable pero que nos ata a algo que provoca sufrimiento. El ejemplo que da es el del cuerpo humano; A través de él experimentamos todo tipo de sensaciones placenteras que nos hacen sentirnos muy apegados a él, pero por medio de él experimentamos también todo tipo de sensaciones desagradables. Así pues, nuestro apego a lo que nos proporciona sensaciones agradables también nos une a las sensaciones desagradables; No podemos tener lo uno sin lo otro.

Por último, Conze sugiere que el sufrimiento encubierto se encuentra en el hecho de que los placeres derivados de la experiencia de las cosas condicionadas no pueden satisfacer las aspiraciones más profundas del corazón. En cada uno de nosotros hay algo que es Incondicionado, algo que no es de este mundo, algo trascendental, naturaleza de Buda, llamarlo como quieras. Como quiera que lo llames, se lo puede reconocer por el hecho de que no puede ser satisfecho por nada condicionado. Sólo puede ser satisfecho por lo Incondicionado. Por lo tanto, sean cuales fueren los fenómenos condicionadas que disfrutes, siempre hay un vacío, una carencia que sólo lo Incondicionado puede llenar. En última instancia, esta es la razón por la que todas las cosas condicionadas son insatisfactorias. A la luz de lo Incondicionado se ve con claridad que Duḥkha es una característica de todas las formas de la existencia condicionada.

 

Anitya, o la no permanencia o transitoriedad

La segunda marca de la existencia condicionada es anitya.  Nitya significa 'permanente', 'eterno', por lo que con la adición del prefijo negativo 'a' se obtiene la 'no permanencia' o 'transitoriedad'.  Esto es bastante fácil de entender, al menos intelectualmente. No se puede negar que todas las cosas condicionadas, todas las cosas compuestas, están cambiando constantemente. Están por definición, formadas de partes, es decir, compuestas.  Y aquello que es compuesto se puede reducir de nuevo a sus partes, que por supuesto es lo que sucede constantemente.

 

La lakshana anitya apunta al hecho de que el universo, en toda su grandeza, en toda su inmensidad, es un gran cúmulo de procesos de diferentes tipos que tienen lugar a diferentes niveles y están todos interrelacionados. Nada está quieto, ni siquiera durante una fracción de segundo y no nos damos cuenta de ello. Cuando miramos hacia arriba vemos las montañas como eternas. Las casas pasando de generación a generación. Incluso nuestro propio cuerpo parece el mismo de un año para otro. Sólo cuando la cantidad de cambios es notable, cuando una casa se quema, o cuando nos vemos en nuestro lecho de muerte, nos damos cuenta de la verdad de la impermanencia, de que todas las cosas condicionadas, (desde las partículas más diminutas a las estrellas más grandes), empiezan, continúan y luego cesan.

 

Anātman o el Vacío del Yo (la insustancialidad)

La tercera lakshana, anātman, encierra la verdad de que todas las cosas condicionadas carecen de un yo inmutable y permanente.  ¿Qué significa esto?  Cuando el Buda negó la realidad de la idea del atman, ¿Que negaba en realidad?  La opinión más común en los tiempos del Buda, la que parece le preocupaba más, afirmaba que el atman, o yo, era individual, inmaterial, consciente, perpetuo, feliz y soberano, en el sentido de que ejercía control absoluto sobre su propio destino. El Buda sostuvo que no había tal entidad, y lo hizo apelando a la experiencia. Dijo que si uno mira en su interior, a su vida mental, puede darse cuenta de que todo lo que observa está bajo cinco conceptos: forma, sensación, percepción, voliciones, y actos de conciencia. No hay nada que se puede observar como permanente en esas categorías, en ellas no hay nada total o feliz en última estancia. Todo en ellas surge en dependencia a unas condiciones.

 

Sin embargo en este momento es conveniente que recordemos la advertencia de Candrakīrti: es mejor tener una creencia en el yo tan grande como el Monte Meru que tener una visión falsa de la vacuidad del yo. Nos está diciendo que es preferible creer en un Ser Absoluto que creer que somos una ilusión. Como budistas podemos pasárnoslo estupendamente echando abajo las verdades últimas de otras religiones, diciendo: 'Dios no existe' y 'no hay alma', pero éstas, al menos simbolizan algo que está más allá de la materia.  Debemos tener mucho cuidado en no permitir que el budismo se reduzca a una forma de materialismo o de nihilismo a causa de la falta de comprensión de la vacuidad del yo.

 

El ātman que está siendo negado por esta doctrina es nuestro yo presente concebido como algo último, que nunca vamos a trascender. Lo que la doctrina quiere decir es que más allá de nuestro presente modo de existencia hay otras dimensiones del ser hacia las que podemos crecer y que son inconcebibles en nuestro sentido actual de la individualidad. El negar el "alma" de la doctrina del Anātman no significa negar algo más profundo. Sino que nos cerrarnos hacia algo más profundo al afirmar; 'si, este soy yo.'

 

La ley de anātman podría expresarlo así: el yo es ilusorio en la medida en que pretende ser absoluto y espera que el universo gire alrededor de él, que es lo que causa el deseo neurótico y el odio.  Este es el yo que debe ser considerado como ilusorio. No es útil ni saludable tratar de destruir el yo empírico.  Un modelo más útil para nuestra práctica es aquel que implica la refinación del yo empírico hasta que se evapora (por así decirlo) en una dimensión superior.  Pisamos un terreno más seguro cuando no hablamos en términos de la doctrina Anātman clásica, sino en términos de crecimiento. Incluso podemos hablar de 'algo' que crece, y resolver la metafísica de ese 'algo' después.  En el momento oportuno podremos apreciar que este desarrollo de la conciencia implica trascender nuestra individualidad actual y pasar a formar parte de algo mucho más grande.